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A ver cuanto dura :P

21 de agosto de 2006

La leyenda de Blaorith. Capítulo 2, parte 1: recuerdos

Pues nada, siguiente capítulo, esperemos que salga bien y que siga animado a escribir, que la historia general ya está en la cabeza, el problema es luego ponerse a escribirla :).

Se me olvidó recomendar en el anterior capítulo que para entender mejor estos relatos hay que tener algún conocimiento básico de los drows de "Reinos Olvidados". Para esto basta con leer el primer capítulo de "La trilogía del elfo oscuro", de R. A. Salvatore. (detalle: si lo lees posiblemente sigas leyendo el resto del libro)

Y un segundo consejo sobre los nombres que aparecen en los relatos: si no aparece varias veces es que no es importante, así que no os toméis la molestia de tratar de recordar cuanto nombre ponga (la mayoría me los invento en el momento).


Tras un trabajo bien realizado Blaorith se dispuso a limpiar sus armas en las ropas de los orcos; sabía que en la Antípoda Oscura el más mínimo olor podía delatar tu posición. Mientras lo hacía meditaba acerca de lo fácil que había sido la primera prueba que había encontrado; una parte de él se alegraba de que así hubiese sido, sin embargo al mismo tiempo estaba deseando encontrarse con un verdadero desafío.

Una voz en su cabeza lo increpó:

- No pierdas tanto tiempo. Lo has hecho bien, pero si pierdes tanto tiempo limpiando tus armas tras cada enfrentamiento perderás valor. Y no me gusta vender mi mercancía a la baja.

Quien le hablaba era Graktaf, el drow que lo había encontrado hacía ya dos meses. Blaorith no recordaba cómo había sido su encuentro, pues en su memoria había una inmensa laguna. Su último recuerdo antes de conocer al elfo oscuro esclavista era de hacía mucho tiempo, no sabía exactamente cuanto. Tenía tan solo ocho años, aunque ya conocía cómo funcionaba la sociedad drow a la perfección y estaba enterado de muchos de los secretos de su familia; por ejemplo, cuando Blaorith había nacido su madre había hecho un sacrificio con su hermano mayor. No sentía ninguna pena o remordimiento por ello, puesto que ni siquiera le había dado tiempo a conocerlo. Y aunque lo hubiese conocido tampoco le habría importado, si había aprendido algo en su hasta el momento corta vida era que en su raza no había cabida para ningún sentimiento afectivo.
Ese día había decidido acercarse a la biblioteca central de su ciudad natal. A pesar de ser sólo un crío se le permitía el acceso casi ilimitado a la misma, al contrario que a muchos de su edad; de esta forma Blaorith podía instruirse en las costumbres de otras razas, lo que según su madre supondría una ventaja cuando fuese mayor sobre el resto de su generación. "Conocerás mejor a tus enemigos, no te guiará ese odio enfermizo de nuestra raza hacia todas las demás, y así no te cegará la rabia a la hora de enfrentarte a ellos". Eso decía su madre; a él no le importaba, mientras otros niños pasaban horas aprendiendo de memoria la historia drow él aprendía lo que quería y cuando quería.
Por el camino veía el respeto, o más bien el miedo en los ojos de la gente con que se cruzaba. Por el emblema de su capa sabían que pertenecía a la casa Sizmad'un, la segunda más poderosa; y por la poblada escolta que llevaba - nada menos que veinte guerreros de élite y un mago - sabían que era alguien importante, el varón primogénito de su casa quizás.
Llegados a su destino había decidido que ese día leería sobre seres sobrenaturales; quizás algún tratado sobre muertos vivientes estaría bien.
Nunca llegó a entrar en la biblioteca; una fuerte sacudida provocó que cayera al suelo y perdiese el conocimiento.

Su siguiente recuerdo fue abrir los ojos y sentir que le dolía todo el cuerpo; de alguna forma sabía que habían pasado varios años, que ya no era un niño. Se encontraba en una especie de carro; el drow que luego conocería como Graktaf lo estaba observando con el ceño fruncido. No tenía ningún rasgo físico destacable, pero llevaba una túnica conocida en su ciudad, la del gremio de esclavistas. Parecía mayor, aunque su cara no tenía ningún surco debido a la edad sí tenía varias cicatrices; y mientras que en la infraoscuridad los ojos de los drows brillaban en color rojo él sólo tenía uno.

- Por fin te has despertado. - no mostró ningún respeto hacia él y eso le extrañó.
- Dime quién eres.
La contestación fue precedida de un golpe en su dolorida cabeza.
- Háblame con respeto, me perteneces.
Blaorith decidió controlar su ira y seguir escuchándolo; en su estado físico no creía poder hacerle frente.
- Cuando me dijeron que había perdido a tres hombres en una simple misión de exploración me enfurecí. Estaban despedazados literalmente. Decidí hacer un barrido en la zona con el resto de mis subordinados y cual sería mi sorpresa cuando te encontramos; otros cuatro habían muerto, y si no llega a ser por los dardos que ya te habían clavado no sé qué sería ahora mismo de nosotros. He perdido a siete de los míos, pero a cambio podré venderte este año por un buen precio en la competición de Doorotia. Me parece justo.-sonrió
- No sabes quien soy.
- No, tienes razón. Habrá tiempo, aún falta un mes para llegar a mi ciudad, y por si no lo habías notado tienes una nueva alhaja - sonrió una vez más, señalando su cuello.
Blaorith se llevó la mano al mismo, y descubrió que llevaba un collar de posesión. A través del tacto sintió que tenía un encantamiento de ligazón, así que sería difícil escapar del esclavista. Sabía que no era imposible imponerse a dichos artefactos, pero en aquel momento no tenía sitio adonde ir, y además por lo que había dicho el drow se dirigían a su ciudad natal; allí daría su merecido aquel pretencioso.

Conforme avanzaba el viaje Graktaf le había contado lo que había pasado durante todos los años que había estado ausente a cambio de información sobre Blaorith y sus habilidades. Su familia ya no existía; al parecer su madre había muerto poco después de su desaparición, y no había sido una muerte natural: sus vísceras se habían encontrado en una parte de su dormitorio y su pellejo en el lado opuesto. Tras esto todas sus hermanas habían querido el poder, así que lo que antaño había sido una poderosa familia se había transformado en cuatro casas de segunda categoría que se encontraban continuamente enfrentadas. Sabedor de esto a Blaorith no le quedó otro remedio que aceptar ser mercancía de Graktaf, ya que no tenía un sitio adonde ir; sólo deseaba ser adoptado por una poderosa familia para poder darle su merecido a ese drow que había tenido la osadía de abofetearlo.

- Blaorith, te lo advierto, he hablado muy bien de ti, como quede mal delante de los espectadores del evento lo vas a sufrir en tu propio cuerpo. ¡ Encuentra otra presa ya!

Se levantó y se adentró en los intricados pasillos de la Infraoscuridad buscando un nuevo rastro.